Mi valiosísimo Veracruz

Poza Sontecomapan Veracruz 01

Dónde: Catemaco y la región de Los Tuxtlas, Veracruz.

Cuándo: Junio y Julio, 2011.

Cuánto: 1/5 $$$$$


 

Nadie da un varo por Veracruz, en el sentido más general de la idea. Yo pienso que la principal razón es porque cuando alguien escucha la palabra, inmediatamente piensa en los Tiburones Rojos (su equipo de fútbol que dejó las glorias en el pasado) y en el insípido puerto. Pero a mí la vida me ha enseñado que hay mucho más. Primero porque durante toda mi infancia, mi familia materna, llena de primos, nos acostumbró a ir a Costa Esmeralda una o dos veces al año, pero también porque una esperanza que nunca se convirtió en cortometraje me presentó Catemaco y la región de Los Tuxtlas y después torcí un poco la suerte para vivir ahí durante el verano del 2011 (el mismo verano mágico en que México ganó el mundial sub-17), para hacer mi servicio social con una ONG que trabajaba de la mano con la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas. Tomé fotos de varios proyectos e hice algunos videos, pero la suerte más grande era trabajar con gente que conocía la región a la perfección y que me sugerían a dónde ir, qué rutas tomar o qué cuidados tener.

 
 

He hecho varios viajes a esa zona, antes y después del más importante, el del verano del 2011.

Por dos meses, sentí que “vivía ahí”, en Catemaco; saludaba a los vecinos que eran dueños de la panadería que vendía piezas de pan dulce a dos pesos y al don de los tacos que me invitó a jugar un partido con su equipo de fútbol amateur; salía seguido a correr sin playera y volvía empapado en sudor; compré una hamaca por cien pesos y la colgué en mi balcón para que alguien se la llevara en la primera noche. Junto con algunos compañeros de universidad que hicieron el mismo servicio social que yo, rentamos una casa cerca del centro y yo pagué un poco más de la renta dividida para quedarme con el cuarto que tenia espacio para cuatro personas (una cama matrimonial y una litera) porque yo estaba seguro, y así fue, de que siempre iba a tener amigos de visita. Durante esos dos meses no extrañé nada ni a nadie.

 
 
Mi casa en la calle María Boettiger.

Mi casa en la calle María Boettiger.

 
 

La ciudad de Catemaco tiene su encanto; es un pequeño pueblo tropical con un mercado, una plaza central y una iglesia. Lo que lo distingue de tantos otros es la laguna (no recomiendo probar los tegogolos, unos caracoles de agua salada que los pescadores locales sacan de la laguna con las manos y preparan en cóctel con salsas, como si fueran cueritos), las leyendas de los brujos (no puedo confirmar ni desmentir nada) y la supuesta carne de mono que sirven en los restaurantes que se alinean sobre el malecón, haciendo una vulgar referencia a la decadente “Isla de los Monos” que se encuentra en la misma laguna. Se puede hacer kayak pero lo más común es tomar una pequeña lancha que le da la vuelta a algunos comisionados puntos de interés como Nanciyaga y varios pequeños comercios. A lo largo del año hay varios carnavales y distintas celebraciones que dan buen pretexto para la pachanga, no recuerdo específicos.

 
 
 
 

Afortunadamente, tenía coche y podía ir todas las tardes y todos los fines de semana a lugares distintos que me hacían sentir como un guía, aventurero y explorador; libre. Descubrirlos siempre en búsqueda de un puente, roca o plataforma más alta para un nuevo brinco contra toda la voluntad de mi Mamá que fue lo único que me pidió cuando me fui, “no estes brincando de lugares altos a lo tonto”. Nunca fue a lo tonto.

 
 
Brincando a la poza azul
 
 

Si se toma la carretera que sale de Catemaco hacia el este y se ignora la desviación que rodea la laguna hacia el ejido Miguel Hidalgo, la primera gran atracción es la carretera misma, que serpentea entre la selva y huele a algo, que no sé si es nuez o algo mejor, pero hoy, años después de haber estado ahí, puedo olerlo si cierro los ojos. 

 
 
Carretera Catemaco Sontecomapan
 
 

20 minutos después, aparecerá Sontecomapan, un pequeño poblado con 2374 personas, de cuales 1188 son masculinos y 1186 femeninas, y un muelle que sirve de portal de entrada a los manglares y a la Barra de Sontecomapan, el lugar en donde la laguna se encuentra con el mar. Se puede tomar una lancha y recorrer los manglares para pasar un rato en la barra en donde hay varios y bastantes restaurantes con mesas y buen servicio (a la barra también se puede llegar en coche si se sigue por la carretera y se toma una desviación bien transitable de terracería). En Sontecomapan también se puede nadar en la llamada Poza de los Enanos, que es una pequeña y mágica alberca de entrada a la laguna, con menos de metro y medio de profundidad y rodeada de altos árboles de los que los niños que salen de la primaria y secundaria saltan de cara hacia el fondo rocoso de la poza, sin molestarse en cambiarse sus pantalones escolares color azul marino por shorts o algún traje de baño, ni que fueran turistas.

 
 
Poza de los Enanos Sontecomapan
 
 

No es común hacerlo, pero si se cruza la barra hacia el pedazo de tierra que está del otro lado del río, llegas a una comunidad llamada Capulteolt (El Morro), el área más remota que conocí en esa zona. Cuando fui, era parte de un proyecto que buscaba promover el turismo local enfocándose principalmente en el rescate de nidos de tortuga, la protección de los mismos y su liberación organizada por especialistas. La infraestructura de esta región era limitadísima, en una de las comidas, un señor que vivía ahí trató de convencerme de que no necesitaba insulina para tratar mi diabetes y que había otras mejores alternativas. Para mí, el atractivo más grande estuvo en lo alejado de mi mundo que me sentí estando ahí. Y en las tortugas bebés.

 
 
Capultéolt El Morro Veracruz
 
 

Regresando a la carretera principal, después de la desviación hacia La Barra, se encuentra la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, una estación de estudios específicos de la UNAM y después de esta, a la izquierda hay un pequeño camino en pendiente que termina en un punto alto desde donde se ve una laguna grande a lo lejos. Ahí se puede dejar el coche para buscar un pequeño camino que se mete a la selva y comenzar el descenso de tal vez 20 minutos entre rocas, lodo, puentes colgantes y caminos obstruidos por ganado. La recompensa es una poza que entiendo es parte de Laguna Encantada (probablemente, la laguna que se alcanza a ver desde donde dejamos el coche) es muy fresca y de agua cristalina y tiene un árbol caído que cruza el agua y sirve como un buen asiento para descansar y cotorrear.

 
 
 
 

Los lugares increíbles no terminan ahí, están alineados y formados, esperando su correspondiente desviación de la carretera principal; más adelante, a la derecha hay un pequeño camino de terracería que te lleva a Playa Jicacal, una playa muy larga  sin ningún servicio más allá de unas cabañas y una pequeña sombra de palma. Cerca, hay un camino empedrado de difícil acceso que sube una montaña para llegar a un mirador con lo que parece una casa a medias: a medio construir o a medio caer. Desde el segundo piso de esta construcción hay una vista impresionante de Jicacal y la selva que crece detrás. Un poco adelante de esta construcción, se asoma la mítica y desolada Playa Escondida, esperando detrás de un impetuoso descenso por una escalinata rodeada de vegetación. Es difícil disfrutar mucho tiempo de estar ahí sin refugio del sol, pero sí hay una valiosa sensación de haber encontrado un lugar mágico que varias veces, me tocó disfrutar sin nadie más ahí.

 
 
Playa Escondida Veracruz
 
 

Hay un momento en el que parece que la carretera llega a su destino final, porque se topa de frente con la Playa de Montepío, que pelea con la Barra de Sontecomapan por el título de la playa más turística de la región. Acá también hay muchos restaurantes, palapas y lancheros ofreciendo un paseo mar adentro a algunas cuevas de la zona y otros atractivos; en ciertas temporadas llegué a ver delfines nadando por ahí. Yo pensaría que son los restaurantes y la infraestructura la principal razón por la que la gente visita está playa más que otra, porque más adelante hay otras playas igual o más bonitas como Playa Hermosa, Playa Los Almendros y Balzapote.

 
 
Perro Montepío Veracruz
Playa Balzapote Veracruz
 
 

Acá es donde mi memoria es un poco borrosa, como si mientras más alejado de Catemaco está un lugar, peor guardado en mis recuerdos; hay unas cabañas al lado de un campo de béisbol en donde me hospedé más de una vez, están a pocos metros de la playa y la noche no costaba más de $500. Del otro lado de la carretera, tierra adentro, hay una cascada que se llama Cascadas Gemelas que por estar relativamente cerca de la carretera, cobra por acceso (tal vez $20 por persona) y suele haber más gente que en otros lugares, pero es un buen espacio para nadar y brincar al agua. 

 
 
Cascadas Gemelas Veracruz
 
 

Más adelante, siguiendo por la carretera hay una pequeña tira de restaurantes al pie de Roca Partida en los que se puede comer bien y rentar alguna lancha para ir a ver las cuevas de Roca Partida y alguna que otra playa que podría estar aún más escondida que Playa Escondida.

 
 
Lanchas Roca Partida Veracruz
 
 

Mi lugar favorito del mundo entero también está en esta región, pero no es parte de la ruta de la carretera principal, en cuanto se sale de Catemaco hay que tomar la desviación hacia la derecha que continúa rodeando la laguna y seguir rodeándola por media hora hasta llegar a una desviación hacia el ejido Miguel Hidalgo para después continuar por un camino menos transitado por otros 10 minutos antes de poder dejar el coche orillado, brincarse un par de cercas del ejido y caminar un poco. Hay un puente colgante que cruza un río del que habré saltado cien veces, y más adelante, siguiendo el instinto que tejen algunos caminos de terracería, está la poza más increíble de la región. 

 
 
Poza Azul Clavado Veracruz
 
 

Nadé ahí muchas veces con distintas personas, nunca toqué el fondo, naturalmente, pero escuché historias de que ni siquiera con equipo de buceo se ha logrado saber qué profundidad tiene esta poza. Es más cómodo e increíble nadar ahí al medio día, cuando el sol pega de forma cenital y el agua se ve más clara. Hay que encontrar el camino entre las rocas, pero arriba de ésta que es Poza Azul hay una pequeña poza que funciona como transición y desde donde hice lo que probablemente fue el brinco más alto de todos.

Más arriba está Poza Reyna, recibiendo la caída de una cascada mucho más grande, también muy cómoda para nadar y comer mangos que cuelgan de algunos árboles y cómoda también para fantasear con vivir ahí y poder hacer eso todos los días de la vida.

 
 
 
 

He tenido ganas de volver, pero hace más de 8 años que no regreso. No sé si algunas cosas han cambiado, no sé si la región sigue igual de vírgen, desatendida y alejada del ojo turístico, tampoco sé si es seguro o si el crimen organizado ha cobrado fuerza en la región, pero sé con certeza que ese verano marcó mi vida.

 
 
Felicidad en Catemaco
 
Mapa de la región.

Mapa de la región.